sábado, 16 de octubre de 2010

...C.T.M...

¿Y quién de nosotros no ha dado una segunda oportunidad?, ó ¿a cuántos nos han dado una? Las relaciones humanas son ricas en conflictos, altibajos y giros, sólo comparables con una montaña rusa. Unos días amanecemos extraordinariamente felices porque no hay que ir al trabajo o amanecemos amargados porque hay pico y placa y toca irse en el mal necesario Bogotano, Transmilenio.

Pero así somos, así hemos vivido nuestras existencias y parecemos a gusto con estos vaivenes. Tenemos amigos divertidos, aburridos, obsesivos, estrictos, vagos, genios, cursis y hasta los tenemos de otros “bandos” ideológicos, eso hace parte de nuestra realidad; porque es allí, en estos conflictos, en estas oscilaciones; que hayamos el sentido a estar vivos.

Pero retomando un poco la idea con la cual inicié este escrito, ¿quién de nosotros estuvo cuadrado, la relación después de determinado tiempo se terminó por cualquier motivo y luego de tres días de pena moral le pidieron otra oportunidad y la dio?; si no todos pertenecemos a este grupo, correspondemos entonces al grupo de los que pedimos la oportunidad. Sea que nos haya sido concebida o no, la oportunidad, todos de alguna u otra forma hemos estado sometidos a esta situación en particular, sea con novias, amigos, relaciones laborales, etc.

Pero analicemos bien la situación; ¿qué nos motiva a convertir una relación de amistad, en una relación de algo más que amigos? está el gusto físico claro, pero va más allá; hay pequeños detalles que acompañan este acto de voluntad. Sean considerados cursis o no, cosas como la mirada, el olor, el humor y no hablo de si huele bien o no, sino de si con esa persona nos reímos y compartimos momentos que nos hacen sentir bien, o que simplemente el día menos esperado te dijo la palabra indicada en el momento indicado.

Todo este proceso de enamoramiento es algo que vivimos intensamente, y así seamos de pelo en pecho y de barriga cervecera; no podemos negar que es gratificante y llena el alma. Obvio, muchos hombres se sentirán traicionados ya que revelo que sí hay un corazón detrás de nuestra dura fachada, pero… ¿qué hago?, es la verdad.

Mujeres, ustedes mejor que nadie aceptan esta realidad y ¡hasta le han puesto nombre!: ¡Sentir mariposas! Para nosotros la descripción más cercana podría ser el vacío que sentimos cuando nos hacen el examen para saber si somos aptos para el Ejército.

Aclaro, no es que no vivíamos esa realidad, sólo que no sabemos como expresarla o entenderla (?). Y así, embarcados en una relación, nos brindamos a la otra persona, abrimos nuestro corazón y empezamos a construir algo juntos; realidades compartidas, llegamos incluso a preguntar cómo hemos vivido nuestras vidas sin aquella persona. Sin embargo llega el momento en que después de cierto tiempo, y por falta de comunicación (el mal al que culpan casi siempre) o por otro motivo sea cual sea, la relación llega a un punto en que ambos saben que va a acabar, pero el miedo a estar solo y la costumbre (males que sí tienen la culpa de muchos matrimonios) hacen que este momento se dilate en el tiempo.

Dilatación que no es buena ya que únicamente aumenta el dolor. Sin embargo, llegamos al momento en que ya es, y me permito citar a mi padre: “Impajaritable” o sea ineludible, y al mal paso… Y justo en ese momento en donde ocurre un proceso mental del paso de información del subconsciente al consciente. ¡Todo lo malo sale a flote! O todo de lo que el amor como filtro UV nos protegía, ahora es lo que nos ha llevado hasta ese amargo momento.

Y sí, ¿quién no ha llorado por un amor que ya no está?, ¿y quién no intentó ahogar penas en alcohol sin saber que estas nadaban?, pero bueno, con todo y esto y el duelo y los días de pena moral, sobrevivimos. Dicen que todo aquello que no nos mata, nos hace más fuertes. Tal vez sea así.

El caso es que después de re-emprender la vida en soltería unos logran hacer de su pasado, realmente eso: un pasado, un momento que ya no afecta el presente; pero hay otros tantos que en pleno re descubrimiento, ven que su ex – pareja pasa malos momentos o que ellos mismos sienten que a pesar de todos sus defectos, pues realmente algo es rescatable, o simplemente el síndrome de “peor es nada” ( Será otro escrito), empieza su malévolo efecto y es que la creencia en no encontrar algo mejor, empieza a pesar y es mejor estar con el o la que por lo menos me “entiende” a estar solo, además ¡que hartera estar solo!. ¡Qué pasa con nuestra autoestima!

En fin, digamos que se llega a un acuerdo mutuo en donde YO me comprometo a esto, aquello y el OTRO se compromete a otras tantas cosas que se han negociado en un marco de días y semanas, en donde los derechos de la relación se han venido re-adquiriendo, este proceso de renuncia+bonos, hace que se vuelva al estado previo de la relación, y citando una de las tesis de CTM, "No podemos seguir juntos si sospechamos mutuamente." En esta sencilla frase encontramos la clave de por qué en adelante la relación es más vulnerable que antes. La mutua sospecha es la barrera que se construyó junto con el pliego de peticiones y puntos a cambiar. ¿O no?

Las famosas “echadas en cara” no son más que “un botón para la muestra”, es recuperar del pasado algo para dañar el presente y enfatizar que no hay futuro. Pese a ello, habrá quienes basados en el perdón verdadero (No el de perdono pero no olvido), logran sobrepasar dichos muros y tener una relación mejorada por la crisis, y creo firmemente que ambas situaciones nos son identificables.

Pero bueno ¿y qué si este proceso humano y ahora consciente es un conocimiento que se puede trasladar? ¡Sí!, trasladar del mundo de la emotividad al mundo contante y sonante de los negocios. Ese proceso del cual hemos excluido toda nuestra sensibilidad y hemos privilegiado la racionalidad pura. Locura, tal vez, pero también es cierto que cuando se vive bajo un paradigma no se sabe de este hasta que se entra en otro. Por eso quiero que me acompañen en un descubrimiento en donde toda nuestra experiencia en relaciones fallidas se pondrá en uso.

martes, 13 de abril de 2010